(Década 1970-1979)
Alejandro Cervera quien sería mi primer Akela, y Ramón (Moncho) Matos. |
Avelino Paredes, Eva Laura Berumen, Jaime Lozano (Akela) y Joaquín Salazar |
Después
de una gran caída de ánimo al final de mi estancia en la manada, por fin el
ansiado pase a la tropa tuvo lugar. Ya
se me hacía para “chicos” el ambiente de la sección donde pasé tan buenos
momentos, donde vi pasar a Alejandro Cervera y a Jaime Lozano como Akelas y
donde brumosamente recuerdo la visita de nuestro fundador, el Chief Durán. El local
de la manada estaba en lo que llamábamos Multún, un terreno francamente feo
donde actualmente solo hay casas en la García Ginerés, muy cerca de Circuito
Colonias y la galletera Dondé. Yo ya quería ir a Tanlum con los grandes.
Al
incorporarme a la tropa en 1976, fui asignado a la “dispersa” y entrona Búfalos,
patrulla en la que pasé algunos de mis mejores momentos en el escultismo.
Daniel
Riancho fue un buen líder y guía de patrulla, y es hasta la fecha un divertido
amigo de un contagioso entusiasmo. Una nube de polvo anunciaba normalmente su arribo,
pues apenas se hizo de un coche, su manía era acelerar, frenar y hacer círculos
en la gran explanada polvosa que antecedía al local de tropa. Lo suyo para nada
era llegar desapercibido.
Ponía
a todos atentos cuando contaba chistes o demostraba sus peculiares habilidades.
Una de las que se pueden contar es la muy asquerosa de escupir un compacto
gargajo hacia arriba, para después cacharlo limpiamente en la boca varios pasos más adelante. Por supuesto la tropa aplaudía y festejaba encantada.
Enrique Ruiz del Hoyo (+), de guitarra pronta y sonrisa permanente, era en esas fechas nuestro jovial y fornido subguía, pero además un gran contendiente cuando llegaba la hora de juegos cuerpo a cuerpo.
Todos los que pasamos por la tropa, casi sin darnos cuenta, nos entrenamos en esfuerzo, liderazgo, reto y trabajo en equipo. Esto incluye normalmente, momentos clave de feliz logro en el que alcanzas alguna meta que parecía imposible. Los papás entienden el valor de esto cuando llegamos a casa molidos, raspados y moreteados, pero ven en nuestra cara y actitud que ese día cambiamos, pues obtuvimos algo en la junta que no se consigue en ningún otro lado.
Enrique (Quique o Quiquino) representó ese logro para mí. Desde que ingresé lo vi hacer añicos las defensas en juegos de contacto, y simplemente se me hacía imparable en el “chupo”, especie de rudo tochito en el que el balón se cambia por un silbato y el punto se marca silbando al pasar la meta enemiga.
Crecí aceptando que era mi destino salir despedido miserablemente al enfrentarlo, pero un buen día, después de haber ganado unos centímetros y kilos, armado de valor logré sujetarlo, y tras varios metros de arrastre obtuve no solo que se detenga, sino derribarlo también. A partir de ese día me hizo morder el polvo mil veces más, pero de alguna manera ya nada fue igual.
Enrique recién se nos adelantó en el año de 2017.
Algún día estimado Quique, algún día nos echaremos otro “chupo”.
Algún día estimado Quique, algún día nos echaremos otro “chupo”.
Enrique Ruiz del Hoyo (+). Para nosotros Quique o Quiquino |
Quique con Miguel (el gringo) Mark |
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