sábado, 2 de septiembre de 2017

LOL CAB, LA ÉPICA BATALLA


(Década 1970-1979)

Hasta el fin de los tiempos un niño se va a emocionar al ver pasar un tren (claro, asumiendo que existan los trenes en el fin de los tiempos). Viajar en ellos a un campamento es un placer perdido que nosotros si disfrutamos. Poco importó si los muchos vagones de segunda que llenamos olían a orines, tampoco si eran ruidosos o incómodos a morir. Nos dirigíamos a Lol Cab, campamento regional de tropas que se desarrolló en las cercanías de Izamal, Yucatán en el año de 1979.
 
Dividido en dos grandes campos, básicamente nos enfrentábamos uno al otro en competencias técnicas, de habilidad y físicas (osease, catorrazos),  ya en una plaza de desafíos, puentes, caminata o en la base acuática.
 
Uno de los sitios más recordados en casi todos los campamentos es el área del baño, y muchas veces recibe nombres peculiares. En el nuestro, asentado en terrenos de una empresa que se dedicaba a la apicultura, se señalaba este lugar siniestro con un letrero apantallador en el que se leía: DESOPERCULADOR. Hoy gracias a Wikipedia, pude saber que desopercular es una actividad propia de la apicultura y es el procedimiento mediante el cual se remueven los opérculos de las celdas del panal para extraer la miel y la cera. No sé por qué, pero la palabreja nos hizo imaginar cosas. Décadas vivimos engañados de su significado y raíz etimológica.
 
Los baños portátiles de fibra de vidrio tipo caseta, tan socorridos hoy en día en eventos masivos y campamentos, simplemente no existían, así que el mentado Desoperculador era una estructura cien por ciento scout, con largos asientos comunales con primorosos amarres cuadrados y diagonales. Estos se equilibraban precariamente sobre zanjas malolientes.
 

La patrulla “Sogormujos” vio regresar a “Perenganito” de ese lugar sin límites, en tal estado que nadie se decidía a ayudarle. Resulta que perdió pié en su visita y cayó cuan largo es en el fondo de la zanja. La macroembarrada fue algo así como su bautizo de fuego, pues ésta era su primera actividad de tropa. Cubetazos desde un metro de distancia fue a lo más que se atrevieron.


 

Abelardo, nuestro Jefe de tropa, colaboró en la instalación de la base acuática en un impresionante cenote abierto de las cercanías. Su chamba consistía en instalar boyas y limites para la divertidísima batalla naval con balsas de recamaras que ahí tendría lugar.

 Lalo, como le hemos dicho desde siempre, se encontraba cumpliendo su cometido en el mero centro del gran ojo de agua, y escuchando claramente las indicaciones y hasta las conversaciones de quienes permanecían en la orilla, esto debido a la perfecta acústica del lugar. Un viejito que bajó a llenar un recipiente con agua pregunto de pronto a Cab, quien poco a poco le soltaba cuerda a Lalo:

 – Oiga joven, ¿y su amigo no tiene miedo?

 – No papi – dijo Ernesto, – El es muy bueno nadando.

 No ninio, ¿no tiene miedo de los cocodrilos?... ¡aquí hay muchísimos!

De este evento obtuvimos algunas enseñanzas. Aprendimos que no es bueno ir juntando restos de los sobrantes de las comidas de los varios días acampando, es decir que no debíamos acopiar tomates, cebollas, frutas, ni huevos, que no debíamos prever llevar globos para llenar en su momento, y que tampoco es bueno establecer alianzas ni ubicar futuros objetivos con labor de inteligencia e infiltración en el campo vecino. De ninguna manera podemos recomendar que apenas se termine la ceremonia de clausura y acabando las formalidades, iniciar un ataque sorpresivo, masivo y coordinado contra nuestros hermanos scouts del campo de enfrente. No. No es nada divertido cuando tienes 12-13 años.

 Y por último, un gran broche de oro a un magnífico campamento. Una pipa, una bomba y una gran manguera es una fórmula muy efectiva para que cientos de mocosos terminen felizmente empapados. Este es el evento del que se copió la idea para hacer muchos años después, divertidísimas clausuras de semanas scouts.

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