(Década 1970-1979)
Hasta
el fin de los tiempos un niño se va a emocionar al ver pasar un tren (claro, asumiendo
que existan los trenes en el fin de los tiempos). Viajar en ellos a un
campamento es un placer perdido que nosotros si disfrutamos. Poco importó si
los muchos vagones de segunda que llenamos olían a orines, tampoco si eran
ruidosos o incómodos a morir. Nos dirigíamos a Lol Cab, campamento regional de
tropas que se desarrolló en las cercanías de Izamal, Yucatán en el año de 1979.
Dividido
en dos grandes campos, básicamente nos enfrentábamos uno al otro en
competencias técnicas, de habilidad y físicas (osease, catorrazos), ya en una plaza de desafíos, puentes,
caminata o en la base acuática.
Uno
de los sitios más recordados en casi todos los campamentos es el área del baño,
y muchas veces recibe nombres peculiares. En el nuestro, asentado en terrenos
de una empresa que se dedicaba a la apicultura, se señalaba este lugar
siniestro con un letrero apantallador en el que se leía: DESOPERCULADOR. Hoy gracias
a Wikipedia, pude saber que desopercular es una actividad propia de la apicultura y es el procedimiento mediante el
cual se remueven los opérculos de las celdas del panal para extraer la miel y
la cera. No sé por qué, pero la palabreja nos hizo imaginar cosas. Décadas
vivimos engañados de su significado y raíz etimológica.
Los baños
portátiles de fibra de vidrio tipo caseta, tan socorridos hoy en día en eventos
masivos y campamentos, simplemente no existían, así que el mentado
Desoperculador era una estructura cien por ciento scout, con largos asientos
comunales con primorosos amarres cuadrados y diagonales. Estos se equilibraban
precariamente sobre zanjas malolientes.
La patrulla “Sogormujos”
vio regresar a “Perenganito” de ese lugar sin límites, en tal estado que nadie
se decidía a ayudarle. Resulta que perdió pié en su visita y cayó cuan largo es
en el fondo de la zanja. La macroembarrada fue algo así como su bautizo de
fuego, pues ésta era su primera actividad de tropa. Cubetazos desde un metro de
distancia fue a lo más que se atrevieron.
Abelardo, nuestro
Jefe de tropa, colaboró en la instalación de la base acuática en un impresionante
cenote abierto de las cercanías. Su chamba consistía en instalar boyas y
limites para la divertidísima batalla naval con balsas de recamaras que ahí
tendría lugar.
– Oiga joven, ¿y su amigo no tiene miedo?
– No papi – dijo Ernesto, – El es muy bueno
nadando.
– No ninio, ¿no tiene miedo de los cocodrilos?... ¡aquí hay
muchísimos!
De
este evento obtuvimos algunas enseñanzas. Aprendimos que no es bueno ir
juntando restos de los sobrantes de las comidas de los varios días acampando,
es decir que no debíamos acopiar tomates, cebollas, frutas, ni huevos, que no
debíamos prever llevar globos para llenar en su momento, y que tampoco es bueno
establecer alianzas ni ubicar futuros objetivos con labor de inteligencia e
infiltración en el campo vecino. De ninguna manera podemos recomendar que
apenas se termine la ceremonia de clausura y acabando las formalidades, iniciar
un ataque sorpresivo, masivo y coordinado contra nuestros hermanos scouts del
campo de enfrente. No. No es nada divertido cuando tienes 12-13 años.
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