(Década 1970-1979)
En las plazas de desafíos y pistas de comandos no puede faltar,
y solo hace falta una cuerda, dos árboles y dos individuos que quieran medir
fuerza y maña.
El juego consiste en desplazarse los contrincantes con pies y
manos desde los extremos opuestos de una cuerda horizontal tendida entre dos
árboles, encontrarse en medio y lograr que solo uno permanezca ahí. No hay más.
Es fuerza por supuesto, pues hay quien ni siquiera logra
llegar al enfrentamiento y se suelta antes, pero también habilidad, porque
lograr que el otro se suelte depende de cómo y desde donde apliques la fuerza.
Un truco común es tratar de colarte entre tu oponente y la cuerda, dejando que
el peso de tu cuerpo le obligue a soltarse.
Casi siempre la refriega dura unos pocos segundos, pero a
veces cuando hay condición física y equilibrio, se pone intenso y duradero.
Pocas veces este balance se logra, pues es difícil que coincidan la maña y la fuerza
en los que se enfrentan.
Por eso mismo es bueno contar con gemelos en una tropa… y
nosotros contábamos con un par.
Se planeaba con anticipación para hacerlo cada vez más interesante,
al grado que llegó a derramarse detergente y agua al suelo del tanque, claro
que con muy mala leche, y ahora que caigo en la cuenta, con muy poca prudencia.
Ernesto y Eduardo Ricalde, ambos guías, mantenían una casi
siempre cordial competencia, y en los juegos de contacto físico normalmente
estaban en bandos opuestos. Cuando la pelea de monos iniciaba, la tropa se
dividía en su apoyo, pues el resultado era impredecible.
El caso es que mientras ellos se surtían mameyazos alegremente, desarrollaban resistencia al dolor y aprendían a dar patadas y codazos sin que los viera el jefe, aunque suene contradictorio, también se estrechaban lazos fraternos y se formaban a los magníficos escultistas que estos amigos míos son hoy en día.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario